TESTIMONIOS
En esta ventana recopilaremos diversos relatos y testimonios anónimos sobre la violencia ejercida por la Universidad Diego Portales. Si deseas, puedes expresar y contar tus experiencias en el siguiente cuadro, siente la confianza de contarnos cómo esta institución te ha vulnerado, desprotegido, revictimizado, etc. todo será publicado bajo el anonimato:
Anónimo
Señor Rector:
No sabe cuánto
me cuesta escribir esta solicitud de gracia como respuesta al Tribunal de Honor
ROL: X, pero lo hago porque considero injusta y desmedida la sanción.
Para empezar, me gustaría contarle un poco de mi historia, fui una niña abusada desde que tengo uso de razón. Mi primer abuso sexual fue a los 4 años, por una persona mayor cercana a mi círculo familiar, eso está legalmente denunciado y hoy es un caso cerrado, pero solo fue el inicio de una seguidilla de acosos, abusos y violencia sexual y de género en mi vida. Terminando la enseñanza básica tuve un pololo generaciones mayor, quien ejerció violencia sexual y psicológica. Cuando logré salir de ahí, se dedicó a hacerme la vida imposible por dos años, junto a un grupo intergeneracional de hombres llamado STM (son todas maracas), que existía en mi colegio. Los denuncié junto a mis papás con pruebas y todo, pero solo les hicieron pedir perdón y como si nada, siguió la vida. En ambos casos, la justicia y las instituciones funcionaron en favor de lxs victimarixs, quien me abusó sigue libre y posiblemente sigue trabajando con niñxs, y por supuesto en el colegio tras la denuncia no cesaron los maltratos psicológicos.
Los siguientes años de mi vida fueron depresión, problemas alimenticios, trastornos de ansiedad, remedios y una intensa coraza para poder sobrellevar lo que me quedaba de colegio. A esa altura, desconfiaba de que alguien pudiera ayudarme si algo me pasaba nuevamente. Eso también me hizo ser una persona a la defensiva y reaccionara frente a las injusticias.
Entre a la Universidad Diego Portales el 2017, amé mi carrera, la facultad, lxs profesores, siempre me llevé muy bien con mis pares, la escuela, mi secretaria de estudios, la administradora del edificio, la secretaria del decano, lxs guardias y todxs quienes trabajaban en el espacio. Pero como lamentablemente le dije antes, la violencia sexual continúa apareciendo en mi historia. En el verano del 2018, una compañera de mi facultad abusó sexualmente de mí en su casa. Ella confesó públicamente lo que hizo y se retiró de la Universidad, le contó a todxs lo que me había hecho porque se sentía "arrepentida", lo cual fue horrible porque yo no estaba lista para hablar de esa situación y me revictimizó de todas las formas posibles.
En abril de ese año me animé a postular a la Consejería de Facultad, sentía que conocía mi espacio, tenía buena comunicación con los distintos estamentos, centros de estudiantes y las distintas generaciones, no solo de mi carrera, también del resto de las carreras de la facultad.
Fue un inicio de año duro y en silencio para mí, porque también existían problemas familiares, mi papá quedó cesante y somos 4 hermanxs, donde dos estamos en la universidad. Pero irrumpió el Mayo feminista y para mí fue un despertar, conocer distintas formas de feminismo con mayor profundidad, intercambiar vivencias con mujeres de todas las edades y de distintas casas de estudio. También fue un aprendizaje darme cuenta de que es una situación generalizada por el hecho de ser mujer, por ser disidencia, por ser diferente a lo socialmente impuesto. Por primera vez pensé que a la gente también le podrían importar estos temas, que le tomarían el peso a cómo algo así puede afectar y marcar la vida de una persona para siempre.
Pero lamentablemente no fue así, a pesar de firmar un gran acuerdo, nos faltó mucho para que la institución hiciera un real cambio, uno de fondo, donde se asuma que no es un problema individual, es un problema social - en este caso de la comunidad educativa- y erradicarla depende de todxs. Fue decepcionante ver que al poco tiempo de firmado el acuerdo, nos quitaron el lenguaje inclusivo, no se entregaron los mudadores, ni los baños "no binarios", ni salas de lactancia, medidas que son más voluntad política que grandes sumas de recursos, pero para aquellxs estudiantes que lo necesitan, significan dignidad para pertenecer y ejercer con igualdad de condiciones su proceso educativo. Nos prometieron acompañamiento psicológico durante la denuncia, pero después la letra chica decía que se podía acceder con posterioridad a la sanción. En ese sentido, es triste ver que los acuerdos no valen nada; que cambian lxs estudiantes de la negociación y se cae todo lo ganado.
Empecé a trabajar junto con un grupo de compañerxs de mi facultad para armar la Secretaría de Sexualidad y Género (Sesegen) de la Facultad de X y así unirnos con los distintos espacios para la conformación de la Sesegen UDP, pero estando ahí, vi poca formación y conocimiento de quienes institucionalmente están a cargo del tema, negligencias y desinformación con respecto a la violencia sexual y de género. Al poco tiempo, ya teníamos algunas denuncias, que finalmente desistieron por lo engorroso y revictimizante del proceso. Para mí trabajar estos temas también fue doloroso, porque si bien yo ya había vivido esto antes, darse cuenta de que se sigue asumiendo como problemas individuales, y no como una responsabilidad institucional que estas cosas no vuelva a ocurrir. Sumado a los problemas económicos familiares, tomé la decisión de salirme de la secretaría y dedicar mi tiempo libre a trabajar para irme a vivir sola, lo cual hice en mayo de ese año. No voy a entrar en detalles de lo que hizo que me fuera, pero comprenderá que mi salud mental no era la óptima en ese momento, por lo cual comencé a ir al psicólogo de bienestar estudiantil quien me ayudó y acompañó muchísimo al iniciar mi proceso de tratamiento psicológico y psiquiátrico, el que continúo hasta el día de hoy.
El objetivo de contar mi historia no es generar lástima, ni mucho menos para que pueda usarla como reflexión en el ámbito público, sino para recordarle que todxs tenemos una y cargamos con ella. Como persona puedo hundirme ahí o tratar, dentro de mis posibilidades, de que otros no vivan lo mismo. Esa es para mí una responsabilidad ética. Tengo claro que esto no justifica, pero explica cómo nos relacionamos, actuamos e intervenimos en la sociedad. En los espacios educativos no se está formando máquinas, ni poniendo información en un pendrive, somos personas con realidades diversas, que deben ser integradas, para lograr una sociedad más plena.
La misma Ley sobre educación superior lo plantea, y uno esperaría que las instituciones se rigieran por eso. "La educación superior es un derecho, cuya provisión debe estar al alcance de todas las personas, de acuerdo a sus capacidades y méritos, sin discriminaciones arbitrarias, para que puedan desarrollar sus talentos; asimismo, debe servir al interés general de la sociedad y se ejerce conforme a la Constitución, la ley y los tratados internacionales ratificados por Chile y que se encuentren vigentes". "(...) Asimismo, la educación superior busca la formación integral y ética de las personas, orientada al desarrollo del pensamiento autónomo y crítico, que les incentive a participar y aportar activamente en los distintos ámbitos de la vida en sociedad, de acuerdo a sus diversos talentos, intereses y capacidades".
Yo asumo que sabe lo que es formación integral, pero ésta debe velar por la realización personal de todo ser humano y para eso no es suficiente la obtención de un título, hay una responsabilidad pública que tiene la universidad para con la sociedad, que también debe ser desarrollada.
Así que fui a asambleas, participé en mi espacio y estuve el día en que aparezco en la fotografía, pero no soy una violentista, no busco perjudicar a la universidad. Tampoco creo que esa participación -en un tema que me ha tocado vivir tan de cerca-, deba ser castigado con una medida tan extrema, perdiendo la posibilidad de terminar esta carrera o cualquier otra posteriormente (sobre todo, sabiendo que ya usé el cambio de universidad que permitía el CAE).
Se me sanciona por una responsabilidad política y judicial inexistente, porque yo no me tomé la facultad y tampoco hice lo que se plantea en los artículos del reglamento que acogen para acusarme. El decano de mi facultad dice que fuimos "pilladas". De verdad que hasta ahora me pregunto en qué fuimos pilladas, en una fotografía salgo caminando y en otra apoyada en una mesa -si se revisan las demás fotos se podrían encontrar a muchas otras personas. Pero se refiere a pillarnos porque nos conoce y puede reconocernos en la cámara. Y cómo no reconocernos, si nuestra relación con el espacio era tan activa, si trabajamos directamente con la institución. Y digo trabajamos, porque mi resolución de inicio del tribunal no es individual, como lo es la del resto de mis compañeras a las cuales les sacaron foto, es compartida y no por cualquiera de las personas que aparecen sino con mi pareja, la cual también fue (en su espacio y a nivel UDP), una reconocida representante estudiantil.
Y tengo más interrogantes, son las fotografías suficiente para la expulsión o es mi trabajo en la Secretaría de Sexualidades y Género de la Facultad; o mi participación activa dentro del Consejo de Facultad como Consejera por la carrera de X, durante el periodo 2018-2019; el recibir denuncias referentes a temas de violencia sexual y de género dentro de la UDP y entre personas de la UDP; o porque fui testigo de cómo se vulneraron los acuerdos alcanzados y la Normativa de Prevención y Sanción de Acciones de Acciones de Discriminación Violencia Sexual y de Género de la universidad. Hasta antes de la audiencia del tribunal de honor, creí que mi trabajo era un aporte, y según lo establecido por el Reglamento de convivencia estudiantil podía ser un atenuante; pero el decano dejó claro que eso, para él, era un agravante.
También me sorprende que una misma institución y frente a situaciones similares, la sanción entre una facultad y otra sea tan diferente ¿Hay acaso más de un reglamento del estudiante? ¿Hay categorías de estudiantes distintas según la facultad a la que se pertenece? Entonces, permítame al menos no estar de acuerdo con las pruebas que se usan para acusarme, con el proceso del tribunal y por ende, con la sanción.
Sé que todos nuestros actos tienen consecuencias y costos, pero también espero que estos sean proporcionales a la falta cometida. Creo que hay que buscar los mecanismos para retomar los espacios de diálogo y de trabajo conjunto, que permitan avances que beneficien a todxs lxs estudiantes -sobre todo a aquellxs que no han contado con la igualdad de condiciones en el espacio educativo- y esa es una responsabilidad compartida, no recae solamente en lxs estudiantes; y debe ser liderada por las autoridades institucionales.